Tras la labor artística del pase, llegó el relax (al menos para mí), y nos fuimos a Sevilla a dar un paseito y visitar a conocidos de mis papás (camareras de bares, así son ellos): la primera, Paola, no estaba, pero sí el jamoncito que sirve; la segunda (la japonesa), estaba y se acordaba de mí (y más que se va a acordar después de la tarde que dí entre sushis y makis...) ¿A quien se le ocurre comer con paillos?
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